Instalación con robots que realizan dibujos en el suelo, usando la basura que tira la gente.
Sobre Sobra la falta
"Sobra la falta" es una instalación que invita a reflexionar sobre la relación entre el arte, la tecnología y la basura, a través de un robot que transforma desechos en dibujos sobre el suelo. Este robot recoge los residuos que el público arroja y los utiliza para crear imágenes simbólicas de una estética pixelada, explorando así el potencial creativo de aquello que comúnmente se considera desechable.
El proyecto surge de preguntas esenciales: ¿qué significa hacer arte con tecnología en un contexto como el de Argentina a partir del 2001? En un país donde muchas personas buscan sustento en la basura, construyen sus hogares con desperdicios y, en casos extremos, se alimentan de lo descartado, ¿cómo debe pensarse el arte tecnológico? ¿Es posible producir arte como si viviéramos en un contexto de abundancia y estabilidad, similar al de los países del primer mundo?
Desde esta paradoja, el proyecto propone que, en Argentina, la esperanza misma parece residir en la basura. En un escenario donde los residuos se están convirtiendo en un recurso cada vez más central, surge una pregunta fundamental: ¿es posible rescatar algo valioso de la basura? ¿Puede nuestro futuro depender de ella?
Con esta idea en mente, se creó un robot que intenta construir a partir de lo descartado. Un dispositivo que rastrea entre los desperdicios aquello que puede ser transformado en algo positivo, que trata de crear y dar forma a lo que falta utilizando lo que sobra. En esta búsqueda, se abre un espacio de tensión, donde las sobras intentan suplir lo que falta, como cuando el alimento descartado por cadenas de comida rápida sirve para paliar el hambre de quienes viven en la calle. Pero ¿pueden realmente las sobras reemplazar la falta? ¿O más bien subrayan y refuerzan esa ausencia?
La instalación está compuesta por dos robots: el “dibujante” y la “barredora”. El “dibujante” recolecta los residuos depositados por el público y los acomoda en el suelo para formar dibujos que representan símbolos icónicos de la cultura local, visibles también a través de una proyección en la pared. Una vez terminado el dibujo, la “barredora” limpia el área, llevando nuevamente los residuos al repositorio, completando así el ciclo.
Ambos robots son controlados por un software desarrollado en Processing, que utiliza una cámara en el techo para identificar su posición mediante patrones bitonales ubicados en la parte superior de los dispositivos. El diseño de estos sistemas prioriza la funcionalidad frente a las complejidades de manipular residuos, incorporando algoritmos y hardware robustos capaces de resistir los errores inherentes al trabajo con basura.
El hardware de los robots incluye motores de corriente continua conectados a una placa de control personalizada, que se comunica con Processing a través de un puerto serie. Para subrayar la estética low-tech de la instalación, los robots fueron construidos con materiales cotidianos como madera, acero y goma. Este enfoque deliberadamente austero contrasta con la imagen de alta tecnología que suele asociarse a los robots, reforzando el discurso crítico de la obra.
Sobra la falta es, en esencia, una exploración poética y tecnológica de la paradoja argentina: un intento de construir desde lo que sobra, enfrentando la carencia desde la creatividad, mientras se cuestiona la capacidad del arte para transformar la precariedad en esperanza.
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